jueves, 25 de noviembre de 2010

MARIA SANTISIMA EN LA MISION DE LA IGLESIA


Por: Comunidad Siervos de María y el corazón de Jesús



“María es la gran misionera, continuadora de la  misión de su Hijo y formadora de misioneros.” (Documento de Aparecida, 269). Esta frase resume la importancia de la Virgen María en el actuar misionero en el mundo, ya que es siguiendo su ejemplo de salir de nosotros mismos y ponernos a servicio de Dios en el hermano que llegamos a la realización plena del Reino de Dios (Lc 1,39-56).

Siendo María Santísima el molde de Dios, como nos dice San Luis María Grignon de Montfort, encontramos en Ella la formación perfecta para ser los nuevos apóstoles de Jesucristo. María es la discípula y misionera de Jesús y tiene como misión auxiliar a sus hijos que sufren las consecuencias del desamor y del pecado, enseñándoles el camino de la Gracia.

Con tan venerable misión de ser la Madre de Dios, la Virgen María es el camino por el cual Jesús debe reinar en el mundo, ya que fue por medio de Ella que Él vino al mundo (pensamiento Monfortino). A través de esa Madre Benigna es posible un acercamiento real a los Sacramentos y la realización de la condición de hijos de Dios.

Es en Su escuela donde aprendemos el sentido de ser familia, la vivencia del amor y de la reconciliación. En Ella encontramos la paz y la dirección para una vida nueva fundamentada en el Evangelio. Su misión se extiende por todos los aspectos humanos ya que Ella conoce profundamente las necesidades del hombre y es capaz, porque así quiso Dios, de santificarle.

Como en las Bodas de Caná, la intercesión de la Virgen Purísima asegura la fidelidad de los cristianos y les hace renovar su alianza con el Señor a cada momento. El ejemplo de fe y confianza en Dios que nos da Ella permite acercarnos a la Gracia y nos enseña a la vez la pequeñez de un Dios que se hace Hijo, obediente, que es Amor.

La Dulce María es llamada a ser la ternura del Señor, dulcificando nuestras cruces y ayudándonos a soportar nuestra propia humanidad. En los pequeñitos Ella revela la grandeza de Dios, en los que se abandonan confiados en los brazos de esta Madre Inmaculada se revela el rostro amable de Jesús.

Aquella que siguió tan fielmente el ejemplo de Jesucristo y se anonadó a sí misma, es la que lleva a todos los misioneros a repetir lo que hizo Ella, o sea, cada “sí” misionero es perfecto mientras sea un eco del “sí” de la Reina de las Misiones.
La Virgen María, Vaso Espiritual, tiene la misión de saciar a sus hijos de la sed de Dios, el único que puede colmar las carencias del hombre, la felicidad plena.

Así somos llamados a unirnos a la Reina de los Pecadores en la misión, imitando sus virtudes llegamos a la fuente de la Gracia y en este mes en el que se celebra el Santo Rosario más debemos empeñarnos en seguir los pasos firmes de la Virgen Milagrosa. Recordemos, cada Ave María es una rosa entregada a Dios, así nos enseña San Alfonso María de Ligorio.


Dame Madre
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar
Si miro con tus ojos, jamás podré pecar.

Dame tus labios, Madre, para poder rezar,
Si rezo con tus labios… Jesús me escuchará.

Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar,
Es tu lengua patena de gracia y santidad.

Dame tus manos, Madre, que quiero trabajar,
Entonces mi trabajo, valdrá una eternidad.

Dame el cielo oh Madre, para poder gozar
Si tú me das el Cielo, ¿qué más puedo anhelar?

Dame a Jesús, oh Madre, para poder amar,
Esta será mi dicha por una eternidad. Amén.





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