jueves, 25 de noviembre de 2010

EL MISIONERO DEL INFINITO Impresiones de un judío provinciano.

Por: José Luis Elorza
I de Teología

Mi nombre es Shmuel bar Mattityahu, de la tribu de Judá. Nací en Hebrón. Tengo veinticinco años. Heredé de mi padre, y éste de sus ancestros, un pequeño campo que me ha permitido una modesta pero no muy preocupada forma de vivir; en todo caso no es tan modesta como la de tantos compatriotas míos cuya existencia se sume en la miseria, el hambre y la mendicidad.

La tierra es privilegio de unos pocos. Los impuestos del Imperio no ayudan mucho. Y hay un inconformismo latente que todavía no desemboca en algo concreto. Los gobernantes locales son corruptos en su mayoría, y los jefes religiosos están más pendientes de las arcas del Templo que de los mendigos agolpados a sus puertas. Soy judío practicante, más por tradición y nostalgia que por otra cosa. Frecuento la sinagoga, hago mis ofrendas y presento mis diezmos. No soy muy adepto a los fariseos ni a los saduceos. Los hijos de Herodes el Idumeo no son lo que se diga un dechado de virtudes. Para ser sincero, Roma me es indiferente la mayor parte del tiempo.

El yugo de los impuestos es opresivo, en especial para quienes no tienen cómo sobrellevarlo. Los que cobran impuestos para los “monarcas marioneta” son vistos con malos ojos; y ni qué hablar de los judíos que cobran los impuestos para el César.

Huele a revuelta en el aire enrarecido por el mesianismo reinante en algunos sectores de la comunidad. Yo no creo que viva para ver la llegada del Mesías… si es que llega. Algunos cabecillas subversivos surgen, alumbran un instante y mueren en manos de las centurias romanas.



Un par de meses atrás me topé con un hombre muy particular en Betania. Parece que estaba de visita donde un amigo suyo a quien, según sus seguidores y otros de entre el pueblo, resucitó después de llevar cuatro días en el sepulcro. Se comenta que este presunto resucitador es hijo de un carpintero de Nazaret.

Es un líder que ha roto no pocos paradigmas. Son muchos los que quieren quitarlo del medio: Herodes, los sacerdotes, el Imperio. Dicen que se sienta a la mesa con publicanos y meretrices, que expulsa demonios con vaya a saber uno qué clase de poderes, 


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