jueves, 25 de noviembre de 2010

EVANGELIZACION Y CULTURA


Por: Jhon Wilmar Álvarez
           Año de Pastoral

La Iglesia actual vive una nueva conciencia misionera, acoge en su seno a mundos y fenómenos sociales nuevos; y se juega en áreas culturales.  Ella misma ha madurado en su pensamiento ad-intra y ad-extra de la misión; y al tratar el fenómeno de las religiones las considera como ahora como “tradiciones religiosas”, en las cuales se admite la inspiración por el Espíritu, y no solo como una simple búsqueda inmanente del hombre (RM, 10).

Estas tradiciones religiosas no solo presentan la búsqueda de Dios en los pueblos y culturas, sino que ¡son autenticas revelaciones del Espíritu, autentica religión revelada! (Cf. VELA, Jesús S.J.  Evangelizar de Nuevo, el Kerigma cristiano en un mundo roto; p. 155). 

Por eso la Iglesia se entiende ahora, desde una eclesiología reinocéntrica, donde ella adquiere su identidad en el servicio al Reino de Dios, donde el “mensaje” llega al interior del mismo hombre y le interpela su conciencia, para acoger la Presencia de Dios, desde la vivencia comunitaria y cultural; acogiéndola recibe la “gracia” de la autocomunicación de Dios (RAHNER, Karl. Curso fundamental sobre la fe, p. 147), por medio de la mediación de la cultura, pudiéndose hablar de Salvación del hombre (GS, 22- LG, 16).

Teniendo como base lo anterior, debemos reconocer la necesidad en la Iglesia de un dialogo interreligioso (Cf. LATOURELLE, René.  Problemas y perspectivas de teología fundamental, p. 433), que posibilite un espacio intercultural y humano, y supere la mentalidad de un exclusivismo insano, y este diálogo debe formar parte de la acción evangelizadora de la Iglesia (RM, 55), donde se luche juntos por el Reino, donde se experimente una escuela verdadera de humanidad.

América latina sufrió por muchos siglos una evangelización mal entendida, justificada por el dominio de una cultura sobre otra, donde la hegemonía se implantaba destruyendo la cultura dominada, identificando el Evangelio con la cultura europocéntrica, creyendo erróneamente que el gesto evangelizador es gesto de conquista cultural; porque si el cristianismo cultural encuentra religiones menos desarrolladas culturalmente, el encuentro puede generar opresión de una cultura sobre otra.

Ahora con el apoyo de ciencias auxiliares, como es la antropología, la Iglesia en su actividad misionera reconoce los valores éticos y religiosos de todas las culturas y los toma  como acontecimiento de gracias ya presente, por eso la tarea del misionero, es en primer momento: oír, ver, aprender e interiorizar las actitudes-aptitudes evangélicas que ya se viven en las culturas, incluso antes de llevar el Kerigma, por eso el primer convertido y cuestionado es el misionero, y se convierte al Evangelio expresado en valores, ya vivido en dicho pueblo, por personas aun no-cristianas sacramentalmente (cf. Concepto de cristianos anónimos de Karl Rahner).

El Evangelio no viene a traer una Buena Nueva ajena a las culturas, sino primero debe “leer” el Evangelio compuesto por las “semillas del Verbo” insertadas en esas culturas y a través de ellas leer la plenitud de la Salvación en Cristo (VELA, p. 171).  Solo de este modo podemos hablar de evangelización inculturada.  Cada cultura será “perfeccionada y elevada” por la presencia activa del Resucitado; por eso la cultura enriquece a la Iglesia, y la evangelización crea una nueva comunión que orienta y renueva la cultura (ROEST, P. Ary.  Decano de la facultad de misionología de la Gregoriana de Roma).



El fin último de la Evangelización es la comunión en el Amor con Dios expresado en la capacidad para formar comunidad, de celebrar la vida, de amar desinteresadamente y sin medida, en un amor que se dona día a día, al servicio del hermano especialmente al excluido, sin buscar recompensa, y que no teme perdonar de corazón las ofensas cotidianas, originando una pro-existencia auténtica.

 Por eso finalizo con un llamado a nuestra cultura antioqueña que hace historia en la Diócesis de Jericó, ya que podemos estar descuidando el principio esencial del cristianismo, que es el amor y la capacidad de formación de comunidad en la vivencia del Reino.

 ¿Será que necesitamos una re-evangelización cristiana en nuestras familias, parroquias y municipios? ¿Nos estamos contentando solo con una fe sociológica?
Animémonos todos a construir comunidades vivas que evangelicen y sean evangelizadas desde los valores propios humanos y cristianos de nuestra cultura.




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