jueves, 18 de noviembre de 2010

¡LA MISIÓN!, CLAMOR DE LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS!


Por: Pbro. Jhon Jairo Betancur Garcés
       Delegado Diocesano para la Pastoral

Los Obispos reunidos en Aparecida, reflexionaron en el grave y serio deber al que es llamado todo bautizado, ser “discípulo-misionero”. Hoy, haciendo eco a las palabras de Aparecida, permitimos que resuenen en nuestros oídos y lleguen a lo más hondo del corazón: “Como discípulos y misioneros estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la humanidad (…)”. (134)

“Intensificar nuestra vida de fe”, esta es una clara y contundente llamada de la Iglesia; entonces, nuestro primer deber consiste en revisar nuestra vida de fe, desde nuestra actitud al asumir el Evangelio. 

Para ser realmente “Discípulos-Misioneros”, hemos de tomar como imperativo, testimoniar nuestra fe a partir de una vida evangélica ejemplar. Nuestra predicación será un válido y creíble anuncio, cuando se establezca una relación muy profunda entre lo que decimos y lo que hacemos, a esto lo llamamos coherencia. Ser y hacer se necesitan, son indispensables, no se concibe el uno sin el otro. Esto exige, naturalmente, un cambio de vida integral y una conversión personal. “La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio” (EN 21). Si no damos testimonio, no podemos evangelizar. Aquí es oportuna la siguiente pregunta: ¿Mis prácticas cristianas son verdaderamente evangelizadoras?

“¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Is 52,7)

El deseo de la Iglesia, mejor aún, el querer de Dios es que, las misiones se extiendan y el nombre del Señor sea conocido y amado en todo el mundo. Somos enviados a compartir el Evangelio con cada persona. Somos enviados a ofrecer el divino bálsamo de la fe.

La alegría de la experiencia del “encuentro personal y comunitario con Jesucristo, debe ser compartida. El don de la fe es para compartirlo. Hemos de mantener la alegría del Discípulo-Misionero en el servicio del Reino. Consideremos como tarea prioritaria y una válida exigencia del Señor: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”. (Mc 16,15)





No hay comentarios:

Publicar un comentario