jueves, 18 de marzo de 2010

LA MÚSICA, MEDIO DE EVANGELIZACIÓN...

LA MÚSICA, MEDIO DE EVANGELIZACIÓN
Por: Grupo SIGMA

“Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra”. Is 42, 10

Unos de los grandes vacíos que tiene la Evangelización, y el cual hemos podido percibir, es el vacío de la música. Esta falencia se ha dado de manera muy notoria en las comunidades parroquiales de nuestra querida Diócesis, y se ha dado como un fenómeno, el fenómeno del “no canto”, lo que hace que la actividad evangelizadora se vea afectada, en cuanto que no existe el dinamismo que el canto le proporciona a dicha actividad.

Se hace pues, muy necesario y muy saludable retomar de nuevo el canto, que es una hermosa oración, que brota del corazón del hombre con entrañables sentimientos de amor y de júbilo, llenando a toda la Iglesia de esos sinceros sentimientos de amor y de alegría.

Así es que, hoy más que nunca, en ésta época contemporánea, debemos prestar suma atención a las exigencias que el mundo nos plantea y a las que nos pide acogida y ajuste. Pues bien, dentro de esas exigencias con respecto a la evangelización, se encuentra la de brindar mayor motivación por medio de la música; es un gran deber volver a reintegrar al rebaño a todas aquellas personas que se han ido de la Iglesia, porque precisamente no encuentran esa motivación, y buscan refugio en sectas donde la música juega un papel importante, ofreciendo alegría.

Sin embargo, no hay que olvidar que la Iglesia es sabia, y no pretende entrar en fanatismos y sentimentalismos, como lo hacen muchas sectas, sino que desea darle a la música el puesto que merece, sabiendo que hay momentos en los que la música debe tomar una posición muy sobria, que invite al reflexión y a la interiorización.

Pues bien, observando que la música es tan importante para el desarrollo de la actividad pastoral, algunos compañeros del Seminario hemos querido conformar un grupo musical, al que le dimos por nombre SIGMA. Con esta iniciativa queremos fortalecer la labor evangelizadora en nuestra Diócesis, ya que “el que canta bien, ora dos veces” (San Agustin ).

Contácto: sigmagrupo@hotmail.com

LA GRANDEZA DE LO QUE PARECE ...

LA GRANDEZA DE LO QUE PARECE
QUE NO CUENTA

Por: Diego Alejandro Restrepo Serna

El amor de Dios es tan grande que nunca nos empuja a lugares donde no podamos estar protegidos por su gracia.

Las expectativas por un año de pastoral en la formación del Seminario comienza desde el mismo momento en el que se inicia el año propedéutico; ahora me tocó a mí, acompañado de otros tres compañeros con los cuales comparto y hacemos vida el mismo sueño: ser sacerdotes para siempre.

Hemos llegado a la comunidad de Santa Inés, comunidad que creía que era realmente el destierro, porque así se referían a ella muchos de los que la conocen. Pero al llegar después de un largo viaje, se da cuenta uno que la cosa no es tan desalentadora como la pintan. El silencio y sencillez del cementerio que hace de anfitrión a la llegada al caserío, demuestra la humildad de su gente y hace la invitación a volver sobre uno mismo para descubrir la miseria humana que se vuelve gloria cuando se deja tocar de Dios.

La sonrisa de niños y adultos; la calle “principal” que al llegar al templo se convierte en improvisado parque; el templo parroquial y la presencia de Santa Inés con su cordero y su palma del martirio; el grandioso retablo y el humilde sagrario iluminado con la claridad de una lamparita, dan muestra de que este corregimiento vive, que la “maldición” del un famoso padre Correa de que las cuántas montañitas que rodean este caserío se juntaran para acabar con la maldad de sus habitantes se ha convertido hoy en bendición.


El Padre Jairo habla en su experiencia de “Montañas de colores” de los montículos de tierra que se levantan allá en Ndonyowasin, en el África; también habla de una montaña azul que siendo niño vio cuando viajaba con su abuelo hacia la “Mesenia”; las de nosotros aquí son verdes –como comúnmente conocemos una montaña-. No son ni negras, ni blancas, ni rojas, mucho menos azules, porque la apariencia azul lo da la distancia y aquí… sencillamente no existe. En muchas ocasiones el anhelo es poder divisar y mirar el horizonte, pero simplemente no está.

Cuando hemos hecho nuestras caminadas montaña arriba, uno comienza el ascenso con la esperanza de poder ver algo más que montañas pero no es posible, por más que se suba, montañas se encontraran. A simple vista el espacio físico en deprimente: montañas a la derecha, a la izquierda al frente y un gran peñasco atrás. Pero si todo se mira con la óptica del corazón y del evangelio somos los grandes privilegiados al encontrar tantas montañas altas para acercarnos a Dios.

Hemos salido poco, pero ya me siento un Moisés en el monte Sinaí; me siento Pedro acompañando a Jesús en el Tabor implorando “estar aquí”; me veo acompañando a Jesús en su angustiosa agonía en Getsemaní; me creo San Juan, al pie de la cruz en el monte calvario.

Estoy aquí en esta humilde casa cural, una que contrasta con edificaciones suntuosas y hasta escandalosas que se encuentran en nuestra misma Diócesis. Aquí es alegría el tomar las linternas todas las noches para revisar debajo de las camas y prevenir que algunas compañías poco gratas como las serpientes y las arañas al menos no estén en lugar visible, si salen luego de los agujeros y aberturas de tablas y de pared ya eso es otro cuento. Y es que todo es humildad. Improvisamos unos colgaderos de ropa con palos y trapos… y listo ya está el closet, armario, ropero… bueno eso no importa cuando realmente se trata de aprender, de compartir y de no olvidar que venimos de familias humildes y que además no estamos llamados para la comodidad sino para la cruz.

En los retiros espirituales anuales del seminario en el 2008, el Padre Jairo Franco, recuerdo que en una de sus reflexiones nos invitaba a expiar, a descubrir la presencia del Reino de los cielos en lo cotidiano, en el diario vivir. Nos recordaba además que esa había sido la pedagogía de Jesús: valerse de lo circundante para explicar la Gracia de Dios. Y aquí en Santa Inés, uno se encuentra con ejemplos bien claros.

Por el momento descubrámoslo en Elvia. Es una mujer sin casa y sin dientes, acompañada por mil y una bolsa que se convierten en todo su poseer; vestida con una cachucha de spider man y con un elegante saco que sin importar el calor la identificará.

Bueno, pues en esta mujer, a pesar de su intensidad –la mayoría de las veces-, uno alcanza a descubrir a Jesús tocando a la puerta, y resuena en mí las palabras del libro del Apocalipsis: “mira que estoy a la puerta y llamo…” (3,20), porque eso hace Elvia todas las noches, tocar de puerta en puerta hasta que encuentra un hogar que generosamente abre sus puertas, para que esta mujer, personaje insigne de esta comunidad tenga donde reclinar su cabeza.

Bueno son muchas las historias y anécdotas que aquí vivimos. Doy gracias a Dios todos los días por permitirnos tener esta experiencia en esta comunidad; porque sólo cuando el amor logra trascender las fronteras de nuestro egoísmo, descubrimos el rostro misericordioso de Dios en cada uno de nuestros hermanos.



SANTO CURA DE ARS...


SANTO CURA DE ARS Y VENERABLE PAULINA JARICOT,
DOS ALMAS UNIDAS EN EL CELO
POR LA GLORIA DE DIOS


Por: Pbro. Mario Garcés Velez

El Papa Benedicto XVI nos ha invitado a celebrar los 150 años de la muerte del Santo cura de Ars, Juan María Vianney y a contemplar el sacerdocio, don de Jesús a su Iglesia “ EL AMOR DEL CORAZÓN DE JESUS “ para motivarnos a la gratitud y convocarnos a vivir este sacerdocio de acuerdo con su dignidad, sus poderes y su Misión, ya que del sacerdote de vida de los sacerdotes depende en gran parte el éxito de su trabajo: “SI QUEREIS CONVERTIR A NUESTRA DIOSESIS, DEBEIS HACER UNOS SANTOS DE VUESTRA CURAS. “Monseñor Devie, citado por el cura de Ars.

Igualmente este año SACERDOTAL es la ocasión para “suplicar por intercesión del Santo cura muchos y santos sacerdotes. La iglesia de hoy tiene tanta necesidad de ellos. “Benedicto xv1.

SAN JUAN MARIA VIANNEY, Sacerdote “maravilla de Dios “para su tiempo y también para el nuestro, pues en época de crisis como la que sufrimos, es preciso que surjan Santos, como lo quiere el señor:
“QUE LOS SACERDOTES SENA SANTOS.”
Sacerdote, cuyo “corazón estuvo inflamado en amor divino” Qué bien se cumplió por él el deseo de su vicario general al nombrarlo cura de Ars: “No hay mucho amor en esa parroquia, él infundirá un poco. “ No podía hacerlo mejor quien tenía siempre el deseo y el esfuerzo de amar a Dios: “Dios mío, prefiero morir amándoos que vivir un solo instante sin amores.”

Sacerdote Misionero de día entero y de toda una vida bien sea con su catequesis diaria y haciendo también del confesionario cátedra de misericordia y verdad, pero con su ejemplo de vida: “El mejor Misionero es el santo.” RM. “Juan María Vianney es mejor predicador que yo, por cuanto la gente me oye a mí, comenta:”! que bien predica! En cambio cuando escucha a Juan María Vianney ,exclama: ¡ Qué bueno es Dios.” Testimonio del gran orador de Norte Dame de Paris, Menrí Lacordaire, sacerdote y restaurador de la orden Dominica en Francia.

Sacerdote que tomo la cruz de Cristo y quiere tener los mismos sentimientos de su maestro para salvar a muchos:” Concédeme la conversión de mi Parroquia y estoy dispuesto a sufrir: “cuántas cruces se le presentaron al cura de Ars en su ministerio. Calumnias de la gente, incomprensiones de vicario coadjutor o de otros sacerdotes, contradicciones, una lucha misteriosa contra los poderes del infierno y, a veces incluso la tentación de la desesperanza en la noche espiritual del Alma. “Benedicto xv1. En todas estas luchas y contradicciones venció con la oración, el ayuno y muchas otras mortificaciones, la devoción ala Santísima Virgen .Que rabia siente el demonio que se expresa por medio de una posesa: “ Si hubiera tres como tú en la tierra, mi reino seria destruido”.

LA VENERABLE PAULINA JARICOT:
Los directores Nacionales de obras Misionales pontificias de América han invitado a los jóvenes a dedicar este año Paulina Jaricot, hoy venerable, con tres objetivos: conocer su vida; tomarla como modelo de santidad y de celo misionero, orar por sus pronta beatificación.

No me detengo mucho en su vida toda, que también es maravillosa, estimulo para la santidad y para la acción misionera. Basta recordar que es la fundadora de las obras pontificias de la propagación de la fe que tanto bien ha hecho en bien de las misiones, como también del rosario viviente para orar por los pecadores.

Quiero si resaltar sus relaciones con el Santo Cura de Ars, siempre inspiradas en el amor de Dios y el anhelo de salvar almas, siempre también buscando la santidad.

Centenares de peregrinos llegaban a Ars, algunos quizás como curiosos, otros muchos para conocer y escuchar al humilde cura, y muchos caían a sus pies, reconociendo sus pecados para recibir la absolución y empezar una nueva vida.

También allí llego muchas veces Paulina Jaricot, escucho sus palabra, se confesó con él, intercambio dones, alimento su santidad y recibió estimulo para sus obras, que inspiradas por Dios, aprobadas por la iglesia, necesitaban el estimulo del buen Sacerdote.

Después de un viaje por Italia, recibir la curación de una grave enfermedad que padecía gracias a la intercesión de Santa Filomena, acogida y bendecida por el Papa, volvió, a su Francia, llevando una reliquia muy apreciada de la Santa a cuya intercesión debía su salud. Parte de esta reliquia la obsequio el Cura de Ars, se enamoro de la Santa y le construyo su templo y a ella atribuyo sus innumerables milagros que se realizaban en su pequeña Parroquia. Por su parte en alguna ocasión obsequio a Paulina con una pequeña cruz de madera, muda lección de conformidad con la voluntad de Dios en las contradicciones que venía padeciendo y también como signo de su bendición,.

Conocedor el Santo de la Obra que Paulina tenía entre manos, le dijo, en alguna ocasión después de su confesión le expreso: “Paulina, sus ideas misioneras, son muy buenas, pero Dios le va a pedir fuertes sacrificios para
que logre tener éxito. “

También quiso comunicar a sus oyentes algo de la vida de Paulina y en una de sus catequesis, desde el pulpito, exclamo. “hermanos, conozco a sus personas que sabe aceptar muy bien las cruces incluso las cruces más pesadas y que las lleva con gran amor. Esa persona, hermanos, miso, es la señorita Jaricot, de Lyon. “

AÑO SACERDOTAL


Por: Edison Ferney Sanchez

"Como un santo Sacerdote santifica a todas las almas, así, al contrario, un Sacerdote infiel lleva consigo a muchos lejos de Jesús y tal vez a la perdición eterna."
P. Julio Mario Scozzaro


Siempre hemos visto en los Sacerdotes a un segundo Jesús. Por eso, cuando nos confesamos solemos decir: "Escucha, Jesús te va a hablar". Sabemos con certeza que Jesús está en ellos y en cada uno de nosotros. Por eso los sacerdotes deben significar mucho para nuestras vidas. Por eso hay que amarlos y respetarlos.

Estamos ciertamente llamados a la conversión cada día, pero en este Año lo somos en una manera muy particular, juntamente a cuantos han recibido el don de la Ordenación sacerdotal. ¿A qué debemos convertirnos? Conversión para ser siempre más auténticamente aquello que somos, conversión hacia nuestra identidad eclesial para un ministerio que sea absolutamente consecuente con dicha identidad, con el fin de que una renovada y alegre conciencia de nuestro “ser” determine nuestro “hacer”, o mejor, ofrezca el espacio a Cristo, Buen Pastor, para que El pueda vivir dentro de nosotros y actuar a través de nosotros.

En este Año Sacerdotal, buscaremos todos juntos la referencia a la identidad de Cristo, Hijo de Dios, en comunión con el Padre y el Espíritu Santo, hecho Hombre en las entrañas Virginales de María; a su misión de revelar al Padre y a su admirable diseño de salvación. Esta misión de Cristo comporta también la construcción de la Iglesia: El Buen Pastor, que da su vida por la Iglesia. De esta manera Debemos ser obreros para la construcción de la única Iglesia de Cristo por lo cual debemos vivir fielmente la comunión de amor con el Papa, con los Obispos, con los Sacerdotes y con los fieles. Debemos vivir la comunión como un camino jamás interrumpido de la Iglesia en el interior del Cuerpo místico.

Este año sacerdotal propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI debe de ser ante todo un lapso en el cual se vea reflejada una estrecha unidad de comunión y fraternidad con todos y cada uno de los Sacerdotes que nos guían y nos orientan en las Diócesis de nuestro país y de esta manera recordar el valor y la importancia de la vida sacerdotal.

Reconozcamos con nuestra fe que cuando el Sacerdote celebra la Misa es alter christrus, es decir otro Cristo que se está manifestando en una presencia viva, real y actuante en el Sacramento por excelencia de la Eucaristía; dispongamos nuestro corazón cada día para tener un
encuentro íntimo y personal con Dios a través de los Sacerdotes y de esta manera presentarles nuestras diversas situaciones, dificultades y necesidades.

Los Sacerdotes ocuparon un puesto privilegiado en el corazón del ya fallecido Pontífice Juan Pablo II quien a través de sus diversas plegarias decía: “el Sacerdote debe revelarse como un hombre de discernimiento y un auténtico maestro de la fe y ante todo debe de transparentarse en vosotros el sacerdocio de Cristo mismo. En vosotros debe manifestarse Cristo, Buen Pastor. Debe hablar, mediante vosotros, su voluntad y solo su voluntad”.

Con María Virgen, Reina de los Apóstoles y Madre del Buen Pastor, entremos en constante oración, y como ella descubramos a Dios en el silencio, en la soledad y en la paz y sobre todo descubramos que en ese momento es que debemos orar incansablemente por los Sacerdotes por su conversión y sobre todo por su santidad.

KAMIANO.


Por: Pbro. Jhon Fredy Quintero

Con sus potentes brazos, y la energía de muchacho campesino acostumbrado al trabajo duro, tomó del cuello de la camisa a uno de los compañeros que periódicamente lo ridiculizaba por su estilo rural y tosco, y lanzándolo por los aires, derribó a otros cuatro del mismo combo. Desde ese día nadie más volvió a burlarse de Joseph de Vesteur, por el contrario, aprendieron a conocer la nobleza de su corazón, su amor por Dios, y lo radical que era en la toma de decisiones, especialmente las que afectaban su vida personal.

Esta escena, digna de una película de acción, sucedió en Bruselas, alrededor de 1857, y cuando Hollywood todavía no nacía para enseñar la espectacularidad de los golpes. Para ese entonces el joven Joseph, que había nacido en Tremeloo, Bélgica, el 3 de Enero de 1840, ya contaba con 17 años, y estaba en la capital de su país estudiando, un año más tarde le escribiría a sus padres, solicitándoles permiso para ingresar a la comunidad de los sagrados corazones de Jesús y de María, y hacerse misionero.

Tras cuatro intensos años de preparación académica, obediencia religiosa, estudio de teología y vivencia de la caridad en medio de sus hermanos de comunidad en Paris y Lovaina , los planes de Dios, empiezan a tener un rostro concreto y visible en la vida de este hombre. Un hermano de Joseph, estaba también como religioso en la misma comunidad, y había sido designado para partir como misionero a las Islas Hawaii, donde sacerdotes de esta congregación estaban a cargo de la labor evangelizadora, y sorpresivamente cae enfermo de gravedad. Joseph, que en la profesión de sus votos religiosos, tomó el nombre de Damián, y con la radicalidad que lo caracterizaba, se ofreció él, para ir en lugar de su hermano, ofrecimiento que le fue aceptado.

Después de 149 días de viaje sobre el océano pacifico, el intrépido Damián llega a Honolulu, dos meses después es ordenado sacerdote en la catedral de Nuestra Señora de la Paz, de la ciudad, y luego es enviado a la Isla Grande de Hawaii, donde por 9 años se ocupa de sembrar el evangelio en los nativos de la región.

La tarea realizada durante este tiempo fue realmente asombrosa, largas jornadas a pie y en cabalgadura, construcción de Iglesias, incomprensiones por parte muchos hawaianos que tenían sus creencias particulares, cubrimiento de vastos territorios, sin ayuda de otro sacerdote o religioso. Soledad, prueba, silencio y fidelidad.

Pero alguien que había dado tanto y con tanta generosidad, no se agotaba, tenia la reserva de su entrega incondicional y su confianza entera en Dios, y podía dar más. El misionero es un pozo, y los pozos tienen la particularidad de la abundancia interna y profunda, un misionero da sin cansarse el agua fresca de la verdad y la vida que llega hasta los más áridos corazones para transformarlos en siervos fieles del reino de Jesús. Pueden existir algunos pozos que se agoten, que siguen teniendo el esférico brocal, y que incluso pueden todavía conservar el cubo colgante de un cordel, pero sin agua en el interior… seguirán siendo poéticos y pictóricos, pero dejan de ser pozos, han perdido la razón de ser, el agua que transmite vida.

El misionero existe porque en su corazón existe Jesús, si El llegara a salir de allí, si Jesús no estuviera más en la vida y la Palabra de un misionero, se perdería todo, y aunque se conserven formas y formalismos, no habría verdadera misión.

Pero estamos ante un pozo de inigualable autenticidad, ante un misionero de verdad, convencido y asido a la causa del Redentor. El Joseph que creció en Bélgica en medio de labores agrícolas y mañanas iniciadas en el nombre de Dios, el hermano Damian que partió de Europa como ansioso pregonero y adalid del proyecto bondadoso de Jesús, era ahora en el archipiélago hawaiano el Padre Kamiano, o simplemente Kamiano (El lenguaje hawaiano no contiene la letra D, y esa fue la acomodación que se le hizo a su nombre), un hombre de agradable presencia y figura, cuerpo atlético y lleno de energía, que no se resistía a cuanto trabajo físico apareciera, y con un convencimiento tal de la necesidad, fuerza y gracia de la misión que llega a decir en una de las cartas que le envía a su madre: “Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”

Hawaii, la tierra del Aloha, el amor auténtico, el espíritu libre y la belleza paradisíaca vive la tragedia de la lepra, enfermedad para el momento incurable y con una capacidad de contagio tal que llevó a las autoridades publicas a tomar la terrible decisión de confinar en un recodo de la Isla de Molokai a todos los contagiados con este mal, para que murieran allí, lejos de sus familias y de cualquier cuidado médico, condenados a su suerte, pero sin regar el mal por todo el archipiélago.

Muchos de los contagiados por la enfermedad de Hansen eran católicos que al ser literalmente tirados en este sitio de destierro y muerte, sentían no solo el olvido de las autoridades publicas, sino también de su iglesia y hasta de Dios, por eso el Obispo de Honolulu, interpelado por esta realidad y ante la crudeza de la contagiosa enfermedad, en una reunión de clero, pregunta a sus sacerdotes si hay alguno que acompañado de todos los cuidados médicos y de prevención quiera ir a servir a estos hermanos a acompañarlos a buen morir, sin olvidar el inmenso y fatal riesgo que se corría.

Y allí estaba el hombre, el misionero, el apasionado por el proyecto transformador de Jesús, su confianza en Dios, motor de su existencia, y su identidad vocacional lo llevaron una vez mas a decir: Aquí estoy, envíame, y a lanzarse en el océano de la Providencia Divina que financia toda empresa evangelizadora, incluso las de mayor magnitud, como ésta de ir a vivir en medio de personas contagiadas de una enfermedad incurable, que no tenían otro destino que la muerte en medio del olvido, el dolor y la desesperanza.

Kamiano llega al asentamiento de Kalawao, en Molokai, el 10 de mayo de 1873, inicialmente, su comunidad la integran unos 600 leprosos, que sin muchos recursos, y sus cuerpos despedazándose por el virus letal, encuentran en este hombre vigoroso y lleno de Dios, la energía necesaria para reconstruir sus vidas, su colonia, entorno, y ante la realidad inevitable de la muerte, empezar a construir un esperanzador cielo.

El Padre Kamiano recibió muchas instrucciones para preservar su salud, no tocar a sus fieles, bendecirlos desde la distancia, no compartir con ellos alimentos o bebidas, no visitar a los enfermos en su etapa terminal, lavarse periódicamente, y sobretodo estar lo más alejado posible de estos hombres y mujeres que por su enfermedad ya habían sido alejados de todo y de todos.

Pero el Padre Kamiano tenia otras prioridades, su corazón se movía en otras coordenadas, por eso se dedicó al cuidado de estos hermanos sin ningún tipo de reparos, no solo compartía con ellos alimento y bebidas, sino también sus ropas, su casa, su tiempo, su vida, su visión de Dios y de la eternidad.


La presencia del Padre Kamiano y su trabajo sin reservas cambio la realidad de este sitio, el lugar de muerte y desolación se convirtió en un espacio para la esperanza y el consuelo. Con sus propias manos Kamiano construyó la Iglesia local de Santa Filomena, el hospital, la casa de muchos de estos enfermos, abrió caminos, plantó sembradíos, bautizó niños, presenció matrimonios, ungió enfermos, realizó innumerables funerales, construyó ataúdes, cavó tumbas para sepultar a más de 1500 feligreses suyos, predicó y vivió el Evangelio, celebró la Eucaristía y se hizo eucaristía con ellos, porque como el sacrificio divino es ofrenda inmolada en el altar, kamiano se convirtió en ofrenda viva al contraer la lepra y morir con ellos, y partir con ellos al cielo que les anunció.

Este Misionero auténtico y convencido del poder transformador del Evangelio de Jesús, vivió en medio de los leprosos en Molokai por 16 años, 5 de ellos siendo portador de la lepra, y su alegría y entusiasmo por la extensión del Reino de Dios, no se aminoraron con la enfermedad, consciente de su temprano camino al encuentro con la muerte escribió a su hermano Pánfilo, también sacerdote: "Por tener tanto que hacer, el tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así es, sacrificio de mi salud, que Dios ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo -Estoy muerto y mi vida está escondida con Cristo en Dios".

Damian murió, carcomido por la inclemente lepra, el 15 de Abril de 1889 y fue canonizado por su Santidad Benedicto XVI el 11 de Octubre de 2009, en pleno año sacerdotal, y esta ahí, en medio de la historia como una clara muestra de que es posible ser misionero de verdad, y que para serlo el secreto está en la entrega sin reservas y en la confianza incondicional en el Dueño de la Viña.

San Joseph de Vesteur, también llamado San Damián de Molokai, se convierte en un auténtico ícono para los sacerdotes del mundo entero en este año dedicado a la contemplación, valoración y promoción del sacerdocio por la manera como asumió el llamado y se consagró a su vocación, no teniendo otra preocupación que la de ser fiel, es un referente para todos los misioneros, porque enamorado del Reino, lo entregó todo, hasta su propia vida, para que Jesucristo fuera conocido y amado.

El Padre Kamiano, salió de su tierra, dejó su familia, donó sus energías, renunció a las comodidades, se despreocupó de su salud, se entregó por entero, y todo para que muchos conocieran, amaran y vivieran a Jesús, ese sigue siendo el reto, esa sigue siendo la tarea, y Dios, la iglesia y el mundo están ansiosos por los nuevos kamianos, dispuestos a la feliz inmolación para el bienestar de los miles y miles de hermanos que siguen esperando la respuesta generosa de alguien más que sin escrúpulos vuelva a decir: Aquí estoy, en- víame!.

Misión liberadora


Por: José Luis Elorza.

“Tú te ordenas para celebrar misa”, decía una voz apacible y bella a quienes solicitaban ser ordenados sacerdotes y que casi nunca atinaban a responder satisfactoriamente a los interrogantes que eran cambiados periódicamente según la viveza del interrogador. Era la voz firme y serena de Monseñor Augusto Aristizabal Ospina, aquel obispo que por tantos años pastoreo la iglesia que peregrina en Jericó, y cuyas míticas anécdotas se deslizaban por los pasillos de mi primer año de Seminario.

En aquellos días me era imposible asimilar que todo ese vaivén de estudios maratónicos y actividades inusitadas, que parecían brotar de las matas para entretener el desparche de algún seminarista incauto, tendría como único propósito salir a celebrar la misa de las doce.

Mas resulta que sí, que la actividad ministerial es sacramental y orante antes que social, que la preocupación primera ha de ser alimentar al pueblo con el pan eucarístico y con el pan de la palabra, y que luego viene lo demás, la asistencia, el acompañamiento, la misión profética en la opción por los pobres, marginados y oprimidos.
Esta es la primera misión del sacerdote: llevar a todas partes, aquí, allá y más allá, la salvación de Cristo que nos ha sido dada en la Iglesia y en los sacramentos; y preparados y fortalecidos por esta labor salvífica, comprometerse de corazón con la búsqueda de la justicia, la defensa del débil, así como la evangelización del mundo, sin olvidar que a parte de la misión ad gentes surge otro reto: la Nueva Evangelización de tierras que antes se llamaban a sí mismas “cristianas” y que ahora son un verdadero “territorio de misión”, como los países europeos que tan inmersos están en la secularización y descristianización reinante y operante en un mundo que entiende el progreso de una manera tan errada. Estos fenómenos ya se dejan sentir en nuestra América.

La misión ahora es evangelizar, re-evangelizar, hacer de nuestra fe un acontecimiento vivo, convertir la experiencia sacramental en hechos concienciados y eficaces, acompañar al que sufre vejación, atropello y soledad, y entonces, con una comunidad verdaderamente eclesial, cimentada sobre fundamentos sólidos, amparada en la libertad y rectitud de conciencia, adentrarse en los mares de la misión sin fronteras, a dar de lo que ya se tiene, a enseñar lo que ya se ha aprehendido y aplicado.

Es imperativo tener presente que, así como hay misión en el África de ébano y en el Asia inmemorial, en las junglas tropicales y en los desiertos sarracenos, en islas caribeñas y tribus aborígenes, también la hay en los Estados Unidos de Obama y en la España de los “reyes católicos”, en aldeas y ciudades, a la vuelta de la esquina, allí donde haya un sacramento que administrar y un desvalido que defender: liberar primero de las cadenas del pecado, para hacer plena la liberación del hombre en el mundo, la construcción integral del Reino de Dios.

Sí, resulta que sí, que “todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”. (Hb. 5, 1-3). Lo que pasa es que en los impetuosos años de la adolescencia me era difícil comprender el verdadero sentido que había en las palabras expresadas por aquel Obispo benemérito con su plácida y hermosa voz.

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El DISCÍPULADO Y LA MISIÓN

Por: Pbro. Wilson de Jesús Valencia

JESÚS ES MAESTRO.

El primer concepto que debemos apropiarnos para la gran Misión Continental y la Misión Arquidiocesana y Diocesana es que Jesús es un Maestro Fascinante. Desde muy pequeño Jesús anunciaba con valentía el Evangelio en medio de los doctores de la ley Judía, sin miedo y sin reservas Lc. 2, 47ss. Esto nos da pie para pensar en que todos estamos llamados al discipulado en Cristo: niños, jóvenes, adultos, ancianos… enfermos. Que nadie se quede de brazos cruzados o indiferentes ante este acontecimiento del Espíritu Santo en América Latina y el Caribe.

Hay que reconocer que Jesús es Maestro como lo hace el joven rico: “Maestro Bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” Lc. 18, 18. Jesús era reconocido como un personaje que anunciaba un reino nuevo, esperado por todos, especialmente por los excluidos. Y lo hacía con autoridad.

Jesús se proclama así mismo como el Maestro en quien se cumple lo que enseña Lc. 4, 16 - 20. Jesús es la Dabar del Padre, la Palabra creadora y encarnada que ha puesto su casa entre nosotros Jn. 1, 14. El Documento Conclusivo de Aparecida lo plantea de la siguiente forma en el número 278. “En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacamos cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí:

a) El Encuentro con Jesucristo. Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9).


Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad.

El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones.”

Jesús es un Maestro que cada sábado iba a la sinagoga judía a enseñar Lc. 4, 31. Por las calles, plazas, en la orilla del mar, en la montaña; Jesús nos enseña que cualquier lugar debe ser aprovechado para anunciar la Buena Nueva. Debemos impregnar el mundo del Evangelio, como la levadura en la masa, la sal en el agua o la luz en la oscuridad Mt 5, 13.

JESÚS LLAMA A LOS QUE ÉL QUIERE

Jesús llama a los que él quiere Mc 3, 13: a diferencia de los otros maestros que eran buscados por sus alumnos, Jesús es el que llama para una misión específica y de gran responsabilidad y sacrificio, pescador de hombre Lc. 5, 1ss; para que seamos pastores Jn 21, 15 - 17; o trabajadores de la vid Mt 9, 38. Jesús nos llama a SER y HACER discípulos Mc 2, 14.

B) “La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de Cristo.” DA 278.

Nosotros no hemos escogido a Jesús Jn. 15, 16, es Él quien nos llama a la vida presente y eterna, es Él quien por amor nos hace sus amigos, hasta el extremo de dar la vida por nosotros en la Cruz Gal 2, 20. Somos lo que somos por gracia de Dios. Y todos desde el bautismo hemos sido llamados a ser discípulos. La Iglesia existe para evangelizar, la razón de ser de la iglesia es sentirse llamada, escogida, para instaurar el Reino de Dios.
Reino de Justicia, amor y paz.

LOS FORMA EN UN DISCIPULADO PERMANENTE.


El los instituye, los forma y los envía a la misión, esa es su dinámica. El Misionero debe pasar por la experiencia del Discipulado. Mc 3, 14. A la Misión Mc 6, 7 en el nombre de Jesús no se va solo, siempre al misionero lo acompaña la presencia de Jesús y su Espíritu Santo de Poder, incluso para expulsar demonios. Mt 28, 19, 21.

c) “El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro, profundiza en el Misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso, es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.” DA 278.

Es importante resaltar la Comunidad discipular, su intimidad con Jesús, y el amor mutuo que los une y que hace posible que sean reconocidos como discípulos de Jesús. El DA nos trae a este respecto un apartado importante:


d) La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.” No se puede pretender ser discípulo de Jesús, sin una comunidad en la cual yo me sienta identificado, acompañado y en la que pueda practicar las lecciones recibidas por el Maestro Jesús.

Y LOS ENVÍA A LA MISIÓN.


“Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva de la Salvación” Mc 16, 15. La misión es anunciar el Evangelio, no solo de Palabra sino con signos visibles con una vida en rectitud y Santidad, buscando la perfección.

e) “La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.” DA 278.

Puedo concluir con este apasionante Documento Conclusivo de Aparecida que: “la Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrarse siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio kerygmático. El poder del Espíritu y de la Palabra contagia a las personas y las lleva a escuchar a Jesucristo, a creer en Él como su Salvador, a reconocerlo como quien da pleno significado a su vida y a seguir sus pasos.

El anuncio se fundamenta en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible del proceso de formación de discípulos y misioneros. Al mismo tiempo, la formación es permanente y dinámica, de acuerdo con el desarrollo de las personas y al servicio que están llamadas a prestar, en medio de las exigencias de la historia.”

Deseo invitarlos a todos a que se dejen contagiar por este soplo del Espíritu Santo y formarse con responsabilidad en el Encuentro con Jesucristo, a través de la lectura asidua de la Palabra de Dios; tener intimidad con ella, por medio de la Lectio Divina.

En La parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en Nuevo Emperador, distrito de Arraiján en Ciudad de Panamá, contamos con un Itinerante Equipo Misionero Kerigma, formado por jóvenes de 12 a 35 años, entre ellos estudiantes de Colegios y profesionales en diferentes campos: médicos, Contadores, Supervisores, universitarios y todos animados por el espíritu de Aparecida, recientemente con una experiencia misionera en la provincia del Darién, dar desde nuestra pobreza es poseerse en Cristo.

Es posible la formación y el Discipulado, se requiere de buena voluntad y responsabilidad comprometida por parte de los Sacerdotes. Quienes son los primeros llamados a injertar en los proyectos pastorales esta dimensión misionera en obediencia a Su Santidad Benedicto XVI y a los Señores Obispos reunidos en La Quinta Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe en Aparecida Brasil del 12 al 30 de mayo de 2007. Ánimo la misión es permanente aún queda mucho por Ser y Hacer.

De nuestro IEM Kerigma nos disponemos 7 jóvenes a viajar a la JMJ en Madrid España en agosto de 2011; que bueno podernos encontrar allí con algunos jóvenes de la Diócesis de Jericó, especialmente con aquellos que aman a Jesús y desean anunciarlo a los demás.

Un abrazo fraternal a todos en Nuestros Señor Jesucristo. Unido al Padre Jaime Patiño Angulo, y al Padre Rubén Darío Valencia M, y Parodiando al Apóstol San Pablo en su Carta a los hermanos de Filipos 1, 3ss, les puedo decir: que le doy gracias a Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, - hermanas y hermanos de la Diócesis de Jericó: el Señor Obispo José Roberto López Londoño, los Hermanos en el Presbiterio, Las religiosas y religiosos, los apreciados Candidatos a las Ordenes Sagradas, mi patria chica Valparaíso; Jericó: el grato nido de amores, Ciudad Bolívar y Salgar donde viví mis primicias Sacerdotales, en fin… tantos lugares y personas - ; rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría a causa del trabajo que han realizado hace mas de 95 años en la Evangelización de ese pedacito de cielo en el suroeste de Antioquia, firmemente convencido de que, quien inicio en ustedes la buena obra, la ira consumando hasta el día de Cristo Jesús. Y es justo que sienta a sí de todos ustedes, pues los llevo gravados con tinta indeleble en mi corazón.



ESTRELLAS, SUEÑOS Y SALIR


Por: Johan Sebastián Agudelo Jaramillo.

“Yahvé dijo a Abraham: vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Y le dijo también: Así será tu descendencia”
(Gn 12, 1. 15, 5.)

Los firmamentos de la noche, plenos en estrellas lucientes y gozosos de ser vistos por los hombres, son los espejos que reflejan los sueños del espíritu, esos que citan a Dios al cerrarse cada andanza, las de fuera y las de dentro.
Entonces se nos viene a la mente, que la humanidad entera está allí, que Dios está allí, como decía uno de los clásicos de Gar-Mar: “Las estrellas son el polvo que levanta el carro de Dios al galopar por el universo”. Así lo experimentaba Abraham en una de las tantas noches olvidadas por la historia. Extasiado, solo y bañándose en su charquito de ilusiones, saboreaba las promesas divinas al darse cuenta que su vida era salir y partir lejos para clavar la voluntad de Dios en la madrugada de la historia de la salvación.

Escuchaba una voz, pero no se trataba de un sonido supérfluo que descendía de los cielos que cambian, sino de un eco lleno de matices eternos que se paseaba por su alma; la noche en que las estrellas le inspiraron que había que salir, que había que arribar a un puerto donde estaba escrito: cumplir la voluntad de Dios. De esta manera Abraham se entrega al santo desafío de dejar los suyos, para aventurarse y descubrir la dulce tierra del querer divino. Entonces, primer misionero, primera luz para la humanidad.

Todo misionero es como Abraham, un ser desprendido que deja entre renglones sus ambiciones, para llenar su
espíritu de los sueños de Dios. Todo misionero orando de noche en noche, lee en las estrellas la promesa divina de hacer de la humanidad una sola familia. Todo misionero ha descubierto en las cuantiosas luces estelares, a toda la humanidad sumergida en la inmensa umbría del mundo; cada estrella es la luz del hermano lejano que busca a Cristo.






DIÓCESIS DE JERICÓ, UNA IGLESIA...


DIÓCESIS DE JERICÓ, UNA IGLESIA EN
PERMANENTE ESTADO DE MISIÓN

Por: Pbro. León Jaime Palacio Correa

“Queremos, como discípulos misioneros, colaborar con nuestro testimonio y entrega, para que nuestros pueblos tengan en Ti vida abundante, y con solidaridad construyamos la fraternidad y la paz” (Oración misión continental).

La Diócesis de Jericó nos ofrece en sus noventa y cinco años de vida un generoso itinerario misionero, los Obispos que la han apacentado, se han preocupado de promover misioneros dispuestos a ir por todos lados con la buena noticia del Evangelio, no podemos olvidar las masivas e impresionantes misiones diocesanas, interdiocesanas y el trabajo apostólico que se hace y se sigue haciendo silenciosamente en cada parroquia con motivo de las diversas fiestas, beneficiando las comunidades veredales y los sectores.


Estamos en la etapa de sensibilización, la Iglesia necesita muchos voluntarios dispuestos a dejarlo todo por el Reino. “Es hora de sacudirnos y con nuestra vida gritar que Cristo Jesús nos ama y nos quiere liberar” (Himno de la Misión Continental).

PORQUÉ SI SALIR A LA MISIÓN?


SALIR, PORQUE DIOS ES INFINITO


Por : Pbro. Jairo Alberto Franco Uribe

Me piden para Pregón Misionero algo sobre salir. Y precisamente ahora estoy saliendo. Simplemente les comparto algunas anécdotas y pensamientos.

Hace ya más de un año, en enero de 2009, Monseñor Virgilio Pante, Obispo de Maralal, me mandó a Ndonyowasin. Ndonyowasin es parte de una misión más grande llamada Serolipi. Desde el principio acordamos con el Padre Egidio, un misionero Consolata, que él estaría en el centro, en Serolipi, y atendería todos los caseríos de alrededor y que yo, por mi parte, atendería Ndonyowasin y todos sus caseríos. Ndonyowasin queda a treinta y cinco kilómetros de Serolipi.

Y así me fui. Llegué, en un carro viejo y destartalado y, solo, mientras conducía, adentrándome por la tierra samburu sentía que el Espíritu Santo me empujaba. Recordaba el aviso grabado que hay en un muro del Seminario que nos aseguraba que “Es el Espíritu el que impulsa a ir siempre más lejos”. RMi 25.

Al llegar no conocía a nadie. Y los cristianos no pasaban de unos 20. Había allí un salón que luego convertiríamos en iglesia y detrás del salón una pieza. Esa seria mi habitación. Llegué casi al caer la tarde y después de limpiar la pieza me dispuse a dormir, pensé que por esa noche no comería y que al otro día podría arreglar y ver cómo alimentarme. Pero no, la Providencia siempre, llegó John King, uno de los principales del lugar, se presentó y me llevó a su choza. Sacrificaron una cabra y comimos como en fiesta. Fue la bienvenida.

Y así comenzó la vida. Al otro día empecé a hacer amigos. Recuerdo ahora a Cristina, una mujer pequeña ya de años, y con una fuerza que la hace grande. Cuando me vio, unos dos o tres días después, me llevó por todas partes, me mostró la fuente de donde sacaban el agua, me presentaba su gente, me enseñaba dichos samburu y me invitó a comer. Cristina fue la que me explicó que el nombre Ndonyowasin significa “montañas de colores” y me mostró los tonos de las montañas que nos rodeaban y vi que sí, que una tendía a ser roja, la otra blanca y la otra negra. Cosas de la naturaleza. La fantasía de Dios creador que juega con las pinturas.

Pronto encontré un “restaurante”. Para entendernos diría que entre este restaurante de Ndonyowasin y la casona de Jericó hay la misma diferencia que entre una carreta de caballos y los automóviles de Juan Pablo Montoya. Té, tortas de harina, maíz cocinado, arroz, de pronto frijoles, de pronto carne de cabra. Comía allá, en una pequeña choza llena de humo y a la que se le entraba el sol.

Un verdadero lugar de encuentro, allí compartía siempre con guerreros, ancianos, mujeres, niños… alguna veces logré decirles que el Reino de Dios estaba entre ellos. Mama Nasieku, la dueña, se hizo bautizar hace poco con su hijo Gilbert, y ese día, fue como la corona de todos los días de este relato. El “restaurante” y el pozo del agua, del que fui también muy asiduo, a veces ayudando abrevar burros, camellos y cabras… esos lugares, decía, fueron verdaderos areópagos.

Largo tiempo. A veces muy solo, y siempre acompañado. Las noches de Ndonyowasin las recordaré como noches de estrellas y Dios. Viendo el cielo se me entraba por los ojos la cercanía de Dios y el silencio, a veces afinado por los coros de los guerreros y las muchachas que gustan reunirse para cantar hasta casi la mañana, me hablaba al corazón. Las noches de Ndonyowasin se volvieron todavía mas lindas cuando después de unos meses una estrella se prendió en suelo: fue el día que, después de mucha catequesis y mucho preparar la bienvenida, pusimos el sagrario en la iglesita y ya teníamos allí a Jesús mismo.

Miguel Ángel Builes, el fundador de los javerianos, escribe que el sagrario es como las cavidades del corazón de Cristo. En la noche no sentía más ganas de mirar las incontables estrellas, prefería mirar la lamparita, que para mi tenía más esplendor todavía. La oscuridad iluminada de esa capilla en medio del desierto oyó muchas veces el nombre de Jericó, la Iglesia Madre que me envió.

Creo que todos por allá en Ndonyowasin y sus caseríos conocen ahora la imagen de María. Me había preparado imprimiendo muchas imágenes de ella. Recordaba que en nuestras parroquias, unos meses antes de las misiones que hacíamos, llevábamos la Virgen, la imagen de la Rosa Mística, y decíamos que cuando María llega, llega después Jesús. Llevando a María por esos pueblos y veredas del Suroeste asegurábamos que el Señor realmente vendría con los misioneros. Así que, siempre acompañado también por María. Allá dejé en la humildad de esa casita de Dios una imagen de la Señora de todas las gracias, con su delantal, dispuesta a servir, y entregándonos al niño Jesús.

Todos los días celebraba la misa. Al principio solo, al caer la tarde. Pero después empezaron a llegar algunos cristianos y muchos curiosos. Y también muchos niños y niñas de la escuela. En los últimos tiempos unas cincuenta personas asistían. Muchos no eran cristianos y venían a nutrirse de la Palabra. Otros, ya bautizados, podían también recibir la Eucaristía, y se volvían ellos, por el alimento recibido, casa de Dios, puerta del cielo. No hay que planear tanto la construcción de la Iglesia, bastaría, no en serie ni superficialmente, sino con pureza y todas las de la ley, dar la Eucaristía. ¡La Eucaristía hace la Iglesia! Fue eso lo que percibí en esas celebraciones diarias de los misterios divinos. Creo que, al final, misión y Eucaristía sean una sola cosa.

Más tarde llegó Jacinta, la catequista. Me era difícil enseñar a los catecúmenos por los problemas de la lengua. Soy muy escaso en las lenguas y si algo decía era por la bondad del Espíritu. Jacinta fue un regalo grande del cielo, fue para mi Aarón y para los catecúmenos de Ndonyowasin era y es todavía Juan Bautista. Con ella, los que abrieron el oído, fueron, y siguen siendo, fecundados por la Palabra, y gestan ahora la fe. Se me queda en la lista de mis alegrías la memoria del domingo en el que los catecúmenos recibieron todos la cruz y la colgaron en su pecho.


Era el primer rito, la primera fiesta, con cielo y ángeles presentes, que la Madre Iglesia les hacia. Todos felices, crucifijo en el corazón, ya sintiéndose hombres y mujeres de Cristo. Unas sesenta personas, la mayoría jóvenes y niños siguen haciendo el proceso que los llevará al agua en la que la Madre Iglesia los va a dar a luz.

Y después, casi al final, vino también Joel. Un seminarista javeriano de Costa de Marfil que hace su año pastoral. Para recibirlo hubo que agrandar la tienda y reparamos la vieja iglesia de paredes de lata, entonces más caída que levantada, y que después de unos dos semanas de trabajo, se nos volvió casa buena y acogedora. Juntos íbamos por los caseríos enseñando con láminas la historia de la salvación, las historias del amor antiguo y nuevo, las de la Biblia.

Nos reuníamos con la gente bajo los arboles, abrigados del sol, “asombrados” también por la gracia ¡Y nos entendían! Y esto era siempre un misterio, ¿por qué nos entienden si hablamos lenguas tan distintas, si venimos de tan lejos, si pensamos y decimos con otra lógica? Y esta pregunta me llevaba a la presencia de Dios y una respuesta brotaba: nos entienden porque no somos nosotros los que hablamos, es el maestro interior, es el Espíritu que los habita, como habitaba al justo Abel, a Abraham y al sacerdote Melquisedec.

Nos entienden porque tienen las semillas del Verbo, Cristo, quien viene ahora a dar sentido, pureza y plenitud a su cultura y tradición, así como hace dos milenios, vino a dar cumplimiento a la Ley y los Profetas de Israel.

Por los días en que la Providencia nos había dado un carro nuevo para ir más lejos vino el Obispo y nos dijo que nos pedía que fuéramos a otro lugar, a Lodungukwue. Lodungukwe significa “el lugar donde se corta la cabeza”. Esta Iglesia de Maralal es muy vasta y hay dos sacerdotes italianos que salen y es necesario hacer cambios. ¡Y no hay obreros para la mies tan abundante! Da dolor salir porque ya habíamos echado raíces en esos desiertos donde pocos arboles se atreven. Porque ya estábamos gestando los hijos e hijas de Dios, y ya algún dolor de parto habíamos sufrido. Monseñor Pante le prometió a la gente que pronto vendría otro sacerdote. Tal vez en junio después de las ordenaciones. A nosotros nos toca ir y servir la Iglesia como ella quiere ser servida. La obediencia es el secreto de la gracia.

Vamos de Ndonyowasin, “montañas de colores”, a Lodungukwe, “lugar donde se corta la cabeza”. Si, vamos allá, que nos corten la cabeza, llena de tantos pecados y cálculos, y que tengamos la cabeza de Cristo, y que como Pablo el misionero grande podamos decir que tenemos el pensamiento de Cristo. Salir siempre porque Dios es infinito, porque no se le pueden contar las estrellas ni las arenas que hizo.

El día que dejamos Ndonyowasin hubo un signo que me infundió gozo y me dio alas para volar adonde me manden: al terminar la última misa, mientras daba las gracias, vi que un muchacho de unos doce años se acercó a la imagen de María y le hablaba cerquita, muy cerquita, casi besándola ¿Qué se dirían? Nunca lo sabré. Me acordé de nuestro poeta paisa Gregorio que dice que un beso es la cita de dos almas en los labios. Si ese muchacho besó la Virgen significa que ella se ha dado ya cita y se encuentra con el alma samburu. María nunca deja de alumbrar a Jesús. Eso me bastó para que me viniera diciendo gracias. Ahora empieza la aventura divina en Lodungukwe. ¡Bienvenidos al lugar donde se corta la cabeza!


OMP


Delegación Diocesana de
Obras Misionales Pontificias

Por: Pbro. Sergio Mauricio Saldarriaga Escobar

Apreciados amigos lectores de PREGÓN MISIONERO. Saludo de todo corazón a los queridos amigos Seminaristas del Seminario Diocesano de Jericó, que con tanto entusiasmo conforman ese querido grupo del CEDAM. A los que están al frente de la dirección y coordinación de este su medio especial de divulgación como lo es PREGON MISIONERO. Quiero aprovechar este espacio que generosamente me brindan para reiterarles a todos la cordial invitación que ya en otra ocasión les hice para participar en el XI CONGRESO NACIONAL MISIONERO que lleva por lema: “CON JESUS, POR EL CAMINO Y EN LA MESA”, a realizarse en Bogotá del 2 - 4 de julio de 2010.
Con el fin de vivir una experiencia de discipulado y conversión y así fortalecer la misión de la Iglesia en y desde Colombia en sus doscientos años de independencia, la Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Centro Nacional Misionero, nos invita y convoca a participar en este Congreso.

Se busca pues:

* Ver la realidad evangelizadora en Colombia a partir de experiencias misioneras en acción.
* Provocar la conversión misionera iluminados por la pedagogía de Jesús.


· Construir unos desafíos, líneas y propuestas orientadoras para la misión en y desde Colombia.
La invitación es pues a participar activamente en esta convocatoria que nos hace la Iglesia misionera en Colombia, con una notable delegación de nuestra Diócesis de Jericó.

Las inscripciones están abiertas desde el 1 de febrero hasta el 30 de mayo y se puede gestionar a través de la Dirección Diocesana de Obras Misionales Pontificias. Se nos pide un aporte por participante de 90.000 pesos de inscripción que incluyen materiales y refrigerios. El transporte y el hospedaje corren por cuenta de cada participante o de cada delegación.

Comedidamente solicito a las parroquias para que animando a sus lideres en la pastoral misionera, tales como: Seminaristas, Religiosas (os), animadores de Infancia Misionera, Asesores de Juventud Misionera, Asesores de Familias y Enfermos misioneros, interesados en participar en el Congreso, ponerse en contacto con la Dirección Diocesana de Obras Misionales Pontificias, antes del 31 de marzo de 2010, para ir acordando aspectos importantes tales como: Estudio y preparación al Congreso, inscripciones, transporte y hospedaje en la ciudad de Bogotá.
Para mayor información pueden comunicarse conmigo al Celular: 3108212576.

EDITORIAL


EDITORIAL
MANDATO MISIONERO
Por: Pbro. Fabio Henao Hernández

“Vayan y hagan discípulos míos de todas la naciones,
Bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enséñenles a guardar todo
lo que yo Les he mandado”. Mt. 28, 19ss.

Este es un mensaje clásico del mandato misionero. Cada palabra tiene profundos contenidos. En muchas ocasiones nos hemos quedado con la materialización de los términos y cuánto sería el provecho personal y comunitario si intentáramos ir un poco más allá. Intentémoslo.

En ese momento, ¿a quiénes dirige el Señor ese mandato? Es de suponer que lo hace a sus discípulos. A ellos, ya discípulos, les dice vayan. Hoy, en un intento de profundizar, podemos preguntarnos, ¿sí somos ya discípulos? Ese sería el ideal. Ahora bien, para responder a esta pregunta, tenemos una pista: “Si ustedes. hacen lo que yo les mando, ustedes son discípulos míos”.

Ser discípulo nos implica en un movimiento hacia nosotros mismos en orden a garantizar en nosotros, el discípulo que el Señor quiere. ¿Y quién es un discípulo? ¡El que aprende de su maestro, el que le aprende a su maestro; en una palabra, el que es otro Cristo. ¡Qué dicha vivir la convicción paulina: vivo, mas no yo, es Cristo quien vive en mí ¡ Gal. 2,19-20

PORQUE EL MAESTRO NOS DICE, VAYAN, VAYAMOS A LA PROFUNDIDAD DE NUESTRO SER.

Esperamos que esta publicación del Pregón Misionero sea de su agrado, y que su mensaje llegue a nuestros corazones y lo hagamos vida.