jueves, 18 de marzo de 2010

AÑO SACERDOTAL


Por: Edison Ferney Sanchez

"Como un santo Sacerdote santifica a todas las almas, así, al contrario, un Sacerdote infiel lleva consigo a muchos lejos de Jesús y tal vez a la perdición eterna."
P. Julio Mario Scozzaro


Siempre hemos visto en los Sacerdotes a un segundo Jesús. Por eso, cuando nos confesamos solemos decir: "Escucha, Jesús te va a hablar". Sabemos con certeza que Jesús está en ellos y en cada uno de nosotros. Por eso los sacerdotes deben significar mucho para nuestras vidas. Por eso hay que amarlos y respetarlos.

Estamos ciertamente llamados a la conversión cada día, pero en este Año lo somos en una manera muy particular, juntamente a cuantos han recibido el don de la Ordenación sacerdotal. ¿A qué debemos convertirnos? Conversión para ser siempre más auténticamente aquello que somos, conversión hacia nuestra identidad eclesial para un ministerio que sea absolutamente consecuente con dicha identidad, con el fin de que una renovada y alegre conciencia de nuestro “ser” determine nuestro “hacer”, o mejor, ofrezca el espacio a Cristo, Buen Pastor, para que El pueda vivir dentro de nosotros y actuar a través de nosotros.

En este Año Sacerdotal, buscaremos todos juntos la referencia a la identidad de Cristo, Hijo de Dios, en comunión con el Padre y el Espíritu Santo, hecho Hombre en las entrañas Virginales de María; a su misión de revelar al Padre y a su admirable diseño de salvación. Esta misión de Cristo comporta también la construcción de la Iglesia: El Buen Pastor, que da su vida por la Iglesia. De esta manera Debemos ser obreros para la construcción de la única Iglesia de Cristo por lo cual debemos vivir fielmente la comunión de amor con el Papa, con los Obispos, con los Sacerdotes y con los fieles. Debemos vivir la comunión como un camino jamás interrumpido de la Iglesia en el interior del Cuerpo místico.

Este año sacerdotal propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI debe de ser ante todo un lapso en el cual se vea reflejada una estrecha unidad de comunión y fraternidad con todos y cada uno de los Sacerdotes que nos guían y nos orientan en las Diócesis de nuestro país y de esta manera recordar el valor y la importancia de la vida sacerdotal.

Reconozcamos con nuestra fe que cuando el Sacerdote celebra la Misa es alter christrus, es decir otro Cristo que se está manifestando en una presencia viva, real y actuante en el Sacramento por excelencia de la Eucaristía; dispongamos nuestro corazón cada día para tener un
encuentro íntimo y personal con Dios a través de los Sacerdotes y de esta manera presentarles nuestras diversas situaciones, dificultades y necesidades.

Los Sacerdotes ocuparon un puesto privilegiado en el corazón del ya fallecido Pontífice Juan Pablo II quien a través de sus diversas plegarias decía: “el Sacerdote debe revelarse como un hombre de discernimiento y un auténtico maestro de la fe y ante todo debe de transparentarse en vosotros el sacerdocio de Cristo mismo. En vosotros debe manifestarse Cristo, Buen Pastor. Debe hablar, mediante vosotros, su voluntad y solo su voluntad”.

Con María Virgen, Reina de los Apóstoles y Madre del Buen Pastor, entremos en constante oración, y como ella descubramos a Dios en el silencio, en la soledad y en la paz y sobre todo descubramos que en ese momento es que debemos orar incansablemente por los Sacerdotes por su conversión y sobre todo por su santidad.

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